Próxima Conferencia: Propeller Club
LAS CLAVES DE LA COMPETITIVIDAD (7/02/2013)
Propeller Club del País Vasco
El Propeller Club del País Vasco-Port of Bilbao retomará su actividad en 2013 con la celebración de su primer almuerzo-coloquio del año el jueves 7 de febrero en la Sociedad Bilbaína, y cuyo orador invitado será Jon Azua.
Entrevista – GARA
«CUANTO MÁS ANDO POR EL MUNDO, MÁS APUESTO POR LA INDEPENDENCIA»
Jon Azua Exvicelehendakari
Jon Azua conoce todos los secretos de la administración, donde ha ejercido varios cargos, entre ellos el de vicelehendakari. También el mundo empresarial y el académico. Y, además, sabe «lo que pasa por el mundo». Y cuanto más conoce, más apuesta por la independencia.
La vida transcurre plácidamente en Bilbo al otro lado del enorme ventanal del despacho en el que Jon Azua recibe a GARA, en plena Plaza Elíptica. La vista es privilegiada. Y mientras fuera la gente se despereza en una soleada mañana de otoño, dentro hablamos de todo lo que está aconteciendo en este país. Mucho de economía, pero también del rumbo emprendido por una sociedad vasca cada vez más alejada de un Estado al que «le ha faltado inteligencia». Quien fuera vicelehendakari considera que el camino iniciado por la ciudadanía de este país al margen de los corsés estatales es ya imparable.
Desafección respecto al Estado
Hablamos primero de la crisis y, sobre todo, de su gestión. Y sale el tema de la desafección que la misma está ocasionando en la ciudadanía vasca -también la catalana- respecto al Estado español. «Siempre ha existido», recuerda, «aquí con más fuerza que en Catalunya». «Lo que pasa -añade- es que esto ya no es una cosa de cinco minutos, es una cosa mucho más seria, estable y consolidada de lo que muchos pueden creer». Coincide, en este sentido, en que la situación económica está haciendo que mucha gente se replantee algunas cosas. Gente que más allá de lo que «es un sentimiento de identidad, una apuesta por una mayor o menor soberanía», pensaba que «lo que había que hacer primero era comer y que luego ya habría tiempo para pensar en otras cosas; que los debates sobre autogobierno, soberanía, independencia… eran obsoletos. Ahora se ha dado cuenta de que no es así, que son importantes, están en la raíz, y que no puedes hablar de economía si no hablas de política».
Esa desafección creciente la atribuye, en primer lugar, a que el Estado, como tal, «no ha sido capaz de dar unas determinadas respuestas» a la crisis, y en segundo lugar a que, de hecho, «no lo va a poder hacer».
«España no va a poder salir sola de esta situación, tiene un problema tremendo» sostiene. Y empieza a enumerar: el paro, una situación en la que no hay prácticamente tejido económico en las zonas en las que hay mayor tasa de desempleo, sin una apuesta por modelo productivo de futuro, con una peor formación y preparación, menos recursos, menos infraestructuras, unos modelos de gobierno que son cuestionados…
Todo eso demuestra, a su juicio, que «nos metimos en un modelo de estados autonómicos en la Transición porque querían impedir que Euskadi y Catalunya pudieran tener una estructura diferenciada, y nos encontramos ahora con que aquellos a los que obligaron a meterse dentro de ese tomate no quieren saber nada de eso. Y ante eso, tú dices, `es que yo quiero otra cosa, necesito controlar decisiones importantes, necesito aspirar a tener el mismo peso y la misma voz que pueda tener cualquier Estado en Europa».
Pero junto a esa desafección, también se ve un peligro de involución, de recentralización. También en este caso Azua apunta que ese riesgo ha existido «desde el primer momento». «El modelo autonómico fue un modelo arrancado, no fue un modelo que acogieran con gran entusiasmo en el Estado», asegura, y apunta que «el PP está aprovechando este momento, ve que mucha de su gente no es entusiasta de este modelo, ve que la crisis económica le permite hacer una apuesta recentralizadora y que le está permitiendo tomar unas decisiones que antes no podía tomar».
Sin embargo, cree que no lo van a tener fácil, porque «saben que el verdadero problema sigue estando en el Estado, y saben que esa desafección que se ve claramente en Catalunya y que siempre ha existido en Euskadi es absolutamente irreversible. No de hoy, sino que viene siendo irreversible paso a paso».
Oportunidades perdidas
El también exconsejero de Trabajo, Sanidad y Seguridad Social es de lo que piensan que el Estado ha dejado pasar «muchísimas oportunidades de cara a encontrar una solución». Y evoca el día en que el lehendakari Ibarretxe presentó su propuesta en el Congreso, y él publicó un artículo titulado «Una última oportunidad para España». Explica que «ese planteamiento -el de Ibarretxe- le hubiera posibilitado al Estado español tener un marco político para los próximos 25 ó 30 años en el que podía garantizar un determinado comportamiento, un avance progresivo en competencias y actuaciones, esperando a que unas próximas generaciones pudieran tomar las decisiones que quisieran tomar, y que tomarán». Y, sin embargo, lo rechazaron. Igual que está haciendo ahora Rajoy respecto a Catalunya, lo que empuja a mucha gente a cambiar su postura.
«En Catalunya hoy vemos a cantidad de gente que hace 30 años -explica su propia experiencia con conocidos catalanes- no tenía una apetencia independentista, no tenía tanta desafección. Pero en este tiempo todo el movimiento social ha sido tan intenso que incluso la burguesía económica se ha dado cuenta de que necesita otros instrumentos, que necesita otras decisiones. Y toda esta gente ha cambiado absolutamente. Eso va a ser imparable».
Dicho esto, vuelve a la reflexión anterior, la de las oportunidades perdidas por Madrid: «Al Estado le ha faltado inteligencia, que es lo que le suele pasar casi siempre a ese Estado. Pero eso se vuelve en su contra y los resultados se ven ahora».
De hecho, una de las consecuencias de esa actitud puede ser que se hayan acelerado los tiempos, un acelerón que a juicio de Azua podría ir a más en función de una serie de elementos como «el malestar que hay en Europa con la estructura europea, la necesidad de cambiar y reconstruir Europa, reinventarla, bajo otras bases y en la que van a participar otros jugadores», entre los que cita como ejemplo Escocia y Flandes.
Amenazas que son simplezas
Precisamente Europa, o mejor dicho, la posibilidad de quedar fuera de las instituciones europeas, es una de las amenazas que exponen los contrarios a este movimiento soberanista. «Simplezas» en opinión del ex vicelehendakari, para quien hay que ser «malintencionado» o no enterarse de lo que se está planteando para decir algunas de las cosas que se han dicho al respecto en los últimas semanas. «Aquí nadie está planteando poner fronteras, crear un Ejército…, nadie está planteando formar un continente diferente y salirse de Europa. Aquí se está planteando que queremos formar parte de Europa, que aspiramos a tener, por lo menos, tantos derechos, tantas capacidades de decisión y tantas obligaciones como Chipre, Eslovenia, las repúblicas bálticas, Alemania, Francia o España. Cuando dicen que el mundo de hoy ya no es de soberanías absolutas, les recuerdo que tampoco el suyo, ni el alemán. Lo que quiero es estar en igualdad de condiciones. Quiero poder ejercer ese derecho, y lo voy a hacer en Europa», responde.
Y añade a renglón seguido: «Yo no me considero un ignorante, alguien que no anda por el mundo. Ya sé qué pasa por el mundo, sé lo que hay, y puedo decir que cuando más ando por el mundo más apuesto por la independencia de Euskadi. Con toda las dificultades que puede tener, pero no veo ni un problema para poder hacerlo».
Y para llegar ahí, considera necesario «convencer y explicar», porque cree además «que aportaría muchísimas más ventajas a España asumir un posicionamiento de este tipo con Catalunya y con Euskadi. Nos iría mucho mejor a todos, y tendríamos una convivencia más adecuada e interesante». «Si yo no quiero romper con España y no tener nada que ver con ella -explica-, quiero romper en la medida que no me deja ser yo mismo. En la medida en la que pueda, no tengo problema».
Suicidio europeo
Junto al futuro de este país, la crisis centra la campaña y, sobre todo, las preocupaciones de la gente. Sobre este tema, Azua opina que «nos hemos metido en una situación que parte de un diagnóstico muy equivocado, una especie de suicidio europeo, en que se han ido tomando decisiones, una tras otra, en mi opinión muy equivocadas».
Así, expone que «primero se trató de pasar al sector público una crisis financiera, provocando un endeudamiento en el sector público», y siguiendo además «una serie de indicadores demasiado cortoplacistas, de exigir a los gobiernos un complimiento de unos determinados niveles de déficit y endeudamiento, y tratar de pagarlo en unos plazos que hace que los gobiernos se vean paralizados».
«Tienen que hacer recortes, y así están impidiendo un mayor crecimiento, están cortando expectativas, están paralizando la economía… Esta situación nos mete en un círculo vicioso del que es muy complicado salir».
En cualquier caso, cree que respecto al Estado aquí estamos mejor, entre otras cosas porque «tenemos una estructura diferente, tenemos un tejido económico distinto, hemos hecho las cosas de una manera diferente durante mucho tiempo, el tipo de empresa también es distinta, y la cualificación de la gente lo mismo». Y eso, «teóricamente» nos debe ayudar a salir adelante «antes y mejor».
Pero para ello cree que hay que hacer cosas «diferentes a las que se están imponiendo». Y esto, agrega, «guarda una enorme relación con la coyuntura política que estamos viviendo en este momento, y con las elecciones. Es evidente que el resultado que se obtenga el día 21 por sí mismo no va a ejercer un cambio, ni aunque decidamos la independencia de Euskadi al día siguiente se va a arreglar todo, pero qué duda cabe de que necesitamos hacer una serie de políticas y seguir una estrategia diferente. Esa es la gran obsesión que podemos tener todos ahora; si seremos capaces al día siguiente del 21 de octubre de afrontar la situación con nuevas políticas, con actuaciones diferentes a las que se han aplicado en España. Ese es el gran reto».
Y, mirando hacia adelante, Azua afirma que «tenemos que separar lo que es esencial de lo que es accesorio. Tenemos que apostar por un sector público y por un gobierno muy potente, aunque eso no quiere decir que todo lo que sea público es bueno, igual que no lo es todo lo que está en el mundo de la empresa. Tenemos que generar riqueza, porque, si no, no seremos capaces de distribuir nada. Y riqueza no es acumulación de capital en unos pocos, sino riqueza de país. Y tenemos que ser capaces entre todos de conseguir en el ámbito económico y social los mayores acuerdos y concertación posible».
Y, junto a todo esto, también cree Jon Azua que hay que «mirar cada vez más, al norte y menos al sur. No se trata de ser mejores que los que vienen detrás, sino hacer un esfuerzo por acercarnos a quienes todavía nos llevan muchísima ventaja en muchísimas cosas».
Entrevista – EMPRESA XXI
«HAY QUE CORREGIR LA TENDENCIA AL SECTOR DEL CLÚSTER Y ROMPER OTROS EN EL BUEN SENTIDO DE LA PALABRA»
Jon Azua Presidente de e-novatinglab y Exvicelehendakari del Gobierno vasco
Jon Azua es un pionero en el estudio y la aplicación de las políticas de competitividad y clusters. Desde mediados de los 80, en su actividad pública y privada, ha propugnado la extensión de estas estrategias para afrontar «el cambio de paradigma económico, y sobre todo industrial que vivimos». En la entrevista a EMPRESA XXI analiza el desarrollo de la política industrial vasca y aconseja «completar y romper algunos clúster, en el buen sentido de la palabra».
¿La crisis actúa como estímulo del cambio hacia la clusterización?
No en principio. Hay gente que, efectivamente, si no hay crisis no se mueve y no intenta cambiar, pero el fenómeno del gran incremento de clusterización viene más de épocas de bonanza que de crisis. Responde sobre todo, a un nuevo paradigma. Hoy, muchos países emergentes, aparte de Estados Unidos y las principales economías, asumen que se registra un cambio de concepto, y el movimiento no es resultado de la crisis. Desde hace muchos años se han roto una serie de conceptos tradicionales. El “sector” empresarial, como tal, ha dejado de tener sentido en la mayoría de los casos. Es un concepto mucho más amplio. La industria del automóvil tiene mucho más que ver hoy con la electrónica y las tecnologías de la información que con la propia chapa y técnicas mecánicas clásicas. Es igual que la localización, contra más global es el mundo más importante es lo local: qué haces en cada sitio, con quién lo haces, cómo lo haces. Y, además, la tecnología está, en general, al alcance de casi todos o también puedes mover el talento y el conocimiento, puedes dar un salto muy grande en desarrollo normal y empezar a entrar en determinadas industrias y actividades que en el pasado eran inalcanzables.
¿La dimensión empresarial que papel juega en esta evolución?
El que el 90 por ciento de las empresas en todas las economías sean micropymes también influye. Estas por definición, salvo unas muy concretas, no cuentan con una capacidad real de innovación y desarrollo tecnológico, ni de internacionalización, ni de otros muchos elementos, por su propia dimensión y por su propia estructura. Sin embargo, sí tienen la capacidad de interactuar con una gran flexibilidad y capacidad para suplir el tamaño, aspecto que ha dejado de ser tan relevante en términos físicos. Todo esto es lo que da lugar a un clúster. Primero, puedes unirte con otras empresas para hacer cosas que solo no podrías. Segundo, es tal la interacción y la interdisciplinariedad entre las empresas y las industrias que necesitas aunar competencias, personas muy distintas y talentos diferentes para poder hacer las cosas. Y además en una geografía muy distinta. Todo eso es lo que hay detrás de un clúster, que en definitiva no es más que el conjunto de una economía/territorio en un sentido abierto. Yo suelo decir que el guante natural para dar respuesta a todas las demandas reales de esta economía que vivimos y viviremos en el futuro es la clusterización. No es un invento ni una moda por la que ahora todo el mundo tiene que poner un clúster en su vida, sino que es una respuesta natural. Dicho eso, todos hablamos de lo inevitable de cooperar. Eso lo decimos todos, pero luego es dificilísimo, empezando por las personas.
¿La cooperación, sin embargo, presenta dificultades seculares?
Si. En Euskadi, por ejemplo, también se dan muchos problemas. En el contexto de muchas empresas familiares y emprendedores que han creado sus compañías de la nada, siempre existe un enorme recelo hacia los demás. No se quiere ceder el control, ni el protagonismo, ni la dirección porque entienden que cada uno lo sabe hacer de una manera mejor que su competencia. Parecería que todos aspiramos a controlar al otro y a dirigir el proyecto. Es natural. Nos asociamos, pero yo voy a dirigir, yo tengo que controlar. Eso dificulta muchas veces el poder generar esos elementos que, cuando hay un objetivo claro de lo que quieres, provocan que uno más uno sea más que dos. Además, la experiencia demuestra que los resultados finales son infinitamente mejores a los que inicialmente se habían previsto porque la gente aporta mucho más de lo que creemos en principio. Es una manera diferente de ver las cosas y eso es lo que está haciendo que la clusterización hoy esté extendida absolutamente por todo el mundo.
No se puede ignorar también que hay gente que se ha saltado los conceptos reales que hay detrás de todo esto. Te comenta yo voy a clusterizar y te habla de poner un clúster que piensa se resuelve con que se junten cuatro y hablamos. Entonces hay desde la propia definición y la palabra gente que habla de clúster físico. Vas a determinados países y te dicen quiero desarrollar un clúster de la salud. Les preguntas qué fortaleces tienes, y te contestan que tienen un terreno en el que van a poner un edificio al que podrán ir todos los médicos. Efectivamente, dispones de una infraestructura que puede apoyar el clúster, pero eso no es un clúster. Y esta situación se da en muchas regiones y países, por eso el éxito relativo, en el mundo, de Euskadi, es el desarrollo de la estrategia de clusterización. No porque haya hecho todo mejor que los demás, o porque tenga los mejores clúster del mundo, sino porque es de los pocos sitios en los que en un momento dado hubo una estrategia completa, una estrategia país, una estrategia industrial y una estrategia de gobierno. Se promovieron una serie de clusters abiertos, pero dándoles un apoyo y participando las instituciones como tal y focalizando políticas y programas públicos al servicio de la clusterización. Porque tu puedes encontrar en muchos lugares del mundo una empresa tractora y un clúster, unas veces querido y otras espontáneo, pero eso no garantiza el éxito de la competitividad clusterizada en una determinada región. Además, en Euskadi, se ha dado una relativa continuidad. Yo no diría que ha sido muy constante e intensa todo el tiempo, pero ha habido una cierta continuidad en los programas durante los últimos veinte años. Esa actuación ha permitido que existan unos clúster con suficiente peso. La propia existencia del Instituto de Competitividad ha ayudado mucho porque se ha partido primero de una base real sobre la que se ha podido teorizar, compartir experiencias y abrir a otros grupos, líneas de pensamiento e iniciativas novedosas.
¿Hubo dificultades para introducir estos conceptos?
Desde el propio origen hubo que enfrentarse a resistencias. Cuando intentamos hablar y explicar a la gente lo que era un clúster y el desarrollo de un programa de competitividad la inmensa mayoría o no lo conocía o no lo comprendía o no le gustó, y no se entusiasmó con el proyecto. Muchos pensaban que era hablar de lo mismo llamándole de otra manera, que era hacer estudios sectoriales con otro nombre. Había determinadas asociaciones que entendían que era una especie de competencia creando otros organismos que les podían sustituir. Muchos no se atrevieron a romper claramente el concepto sector y entonces se hizo un híbrido. Es decir, cuando pusimos en marcha el primer programa no pudimos tener lo que a mí me hubiera gustado que habrían sido clusters puros, sino que muchos eran sectores con un pequeño embrión hacia la clusterización. Pero la realidad, cuando tú estás haciendo una política, es que tienes que combinar lo absolutamente deseable con lo posible.
¿Que motivos animaron el lanzamiento de la política de clusters en 1992?
Tiene sus pequeños antecedentes previos. En 1986 yo estaba en la cartera de Sanidad y Trabajo. Estábamos en plena crisis, en una situación muy complicada. La reflexión que hacíamos en el gobierno era que habíamos pasado seis años tremendos y que habíamos actuado sectorialmente, o empresa a empresa, haciendo una serie de cosas importantes pero quizá nos hacía falta una estrategia país completa. Por eso, se formó un pequeño núcleo dentro del gobierno, en el que estábamos García Egocheaga, José Ignacio Arrieta y yo, con la idea de intercambiar opiniones sobre la propia estrategia que nos podría ayudar para diseñar una estrategia país. Hicimos nuestros papeles, nuestras cosas y empezamos a buscar. No nos convencía lo que en aquel momento dominaba que eran las políticas regionales que soportaban los fondos estructurales. Tampoco nos convencía el acercarnos al mundo estrictamente empresarial de la estrategia, no era lo que necesitaba el país. Nos inclinamos por buscar una combinación y sugerí hablar con Michael Porter, del que tenía referencias desde un punto de vista empresarial: la estrategia competitiva, la aportación de la cadena de valor, etc.. Me fui a Harvard y le plantee la posibilidad de colaborar con el gobierno en la elaboración de un estudio de estrategia. Y ahí me encontré con la gran sorpresa. Primero, no tenía ningún interés y no sabia ni quiénes éramos; y, segundo, me dijo que estaba muy metido en una nueva línea de investigación, que era lo que años más tarde se convirtió en ‘la ventaja competitiva de las naciones’. A mí me interesó muchísimo más. Tuve la oportunidad y la suerte de estudiar lo poco que el entonces planteaba, que hoy es diferente y más rico, y a lo que creo que trabajar en Euskadi le ayudó a interiorizar.
Al hilo de esto, empecé a intentar convencer desde el gobierno a mis compañeros y partido para apoyarlo. Justo cuando empezamos se produjo la convocatoria de elecciones anticipadas, que dio lugar al primer gobierno de coalición con el PSOE, que no compartía estas ideas y que tenía otro planteamiento de lo que podía hacer la política industrial en aquel momento. El asunto quedó congelado, yo dejé el gobierno y me fui a la Bolsa de Bilbao.
¿El proyecto quedó totalmente paralizado?
No. Al diseñar la nueva estrategia de la Bolsa, me pareció que tenía mucho sentido pensar en el concepto en su aplicación a la futura Bilbao Plaza Financiera. Conseguí el apoyo primero de diez empresas, de algunos miembros de la Bolsa de Bilbao y de otras empresas, y de una parte de la Diputación y otra parte de Gobierno vasco, desde Hacienda, para financiar el trabajo que se le encargó a Porter sobre la ventaja competitiva de Euskadi, que fue el primer trabajo completo que él hizo sobre una región. Ahí se identificaron clusters con criterios distintos a los que se podían utilizar, muy basado en la exportación y otras variables. Yo intenté convencer a la gente del Gobierno para poder hacerlo, pero no hubo manera. Y decidimos en la Bolsa de Bilbao, como Bilbao Plaza Financiera, elaborar un diseño estratégico específico de lo que podía ser un clúster financiero. En mi opinión fue de extraordinario valor para la Bolsa de Bilbao, ya que nos permitió pasar de una nada, a punto de desaparecer, a tener una cierta base, que después no se ha desarrollado como clúster financiero. Creo que es una de las asignaturas pendientes de Euskadi, de la plaza financiera y de la Bolsa. Pero con esa experiencia, unos años después me llamó el lehendakari Ardanza en un momento de crisis muy dura. Decidí que teníamos que poner en marcha el programa de competitividad estructurado en torno a los clúster y es cuando empiezo a misionar, a convencer a la gente, a explicar que hay que romper con el aspecto sectorial, que necesitamos una política diferente, que tenemos que introducir unos conceptos nuevos, que hay que apostar por la industria y la economía real. Fueron años de una tremenda inversión y esfuerzo.
Recuerdo que en aquella época se decía que algunas empresas entraban en los clusters porque lo hacia los competidores e iban a vigilar…
Y otros obligados. Hubo gente que me dijo claramente que ellos ya tenían una asociación empresarial y que no iban a entrar en los clusters, que entendían que era un estudio y que ellos no iban a poner un duro. Recuerdo que les conteste que lo iban a poner indirectamente. Si yo como gobierno os doy como asociación no sé cuánto dinero, yo os voy a cobrar el informe previo y tenéis que participar, y eso lo vais a hacer. Dadme un margen de confianza. La gente en aquella época, cuando hablabas con algunos y les decías por qué lo querías hacer, te contestaban que “ellos ya sabían lo que tenían que hacer”.
Existía una gran resistencia al cambio…
Totalmente. Había gente que te decía: nosotros ya sabemos lo que necesitamos para tener éxito: la devaluación de la peseta, una subvención para los tipos de interés para igualarlos con los de nuestros competidores y barra libre para despedir a los trabajadores que nos sobren. Mi respuesta fue, primero, yo no comparto lo que decís; pero, segundo, suponiendo que lo compartiera, yo no tengo capacidad para actuar sobre el tema laboral y no tengo ninguna capacidad para devaluar la peseta. Sí tengo capacidad para subvencionar los tipos de interés mientras Europa no proteste. Por eso les preparamos un trabajo muy elemental en el que hacíamos una comparación de cuál era el ‘gap’ con sus principales competidores en el mundo. Las conclusiones dejaron claro que, suponiendo que lo que pides lo tengas, sigues teniendo una diferencia con los japoneses, con los suizos, para poder vender en el mercado americano, en el brasileño. Esto quiere decir que hay algo más que tu no estás haciendo bien, No es solo que tienes más trabajadores de los que deberías tener, que es cuestionable, ni que tienes unos tipos de interés más altos, que es verdead que los tienes, ni que la peseta es lo que te va dar la solución. Tienes problemas de diseño, de producto, de internacionalización, de calidad. En resumen, tienes muchos problemas.
¿La tecnología ya estaba presente o ni se contemplaba?
Por ejemplo, una industria muy potente como la máquina herramienta, en la que Euskadi era el séptimo u octavo productor mundial, nuestras empresas seguían siendo “muy mecánicas”. Vendían en un determinado mercado a unos determinados precios un producto muy robusto y potente pero, salvo excepciones, con baja incorporación de la electrónica y la tecnología. Por eso lo que debía hacerse era desarrollar esos aspectos. Se arrancó con el Programa IMI, pero se debió corregir porque la primera consecuencia que hubo es que no teníamos alfabetizada informativamente a nuestra gente para pegar el salto.
¿En el clúster, inicialmente, pesaron más los conceptos de gestión que los de innovación tecnológica?
Estaban ya incorporados desde el primer momento. Necesitamos ganar una cooperación y una masa que no la podían dar individualmente las empresas, aunar conocimientos distintos de determinadas empresas y tener una base sobre la que actuar para poder introducir tecnología con diferencias según que tipo de clúster. También era imprescindible que salieran al exterior de una forma más potente. La mayoría no lo podían hacer o lo hacían de manera muy individualizada o complicada. Tan es así que cuando se crean los primeros clúster se pone en marcha el primer plan tecnológico industrial como base de lo que fue el primer Plan de Ciencia y Tecnología. Lo que hicimos fue convertir a los clúster en los interlocutores desde el punto de vista de la demanda, para ver qué tipo de tecnologías deberían ser desarrolladas y potenciadas desde los centros tecnológicos con el apoyo del Gobierno. Empezaron a ser los prescriptores de determinadas tecnologías porque eran los que estaban en el mercado, los que veían lo que no teníamos, mientras que los centros tecnológicos diríamos que tenían un conocimiento más difuso, más de la tecnología no aplicada. El Gobierno actuó como el paraguas para moverlo. Apostamos por poner en marcha una serie de clúster, aunque algunos se quedaron en el camino y no se constituyeron. Por ejemplo, uno de los primeros que quisimos crear fue el del acero de valor añadido. No hubo apoyo de las empresas principales aunque como Gobierno se hizo un trabajo previo de diseño y surgió la apuesta por una acería compacta, o el intento para comprar Acenor a la Administración central, que no funcionó, pero con Afora y Patricio Echevarría creamos GSB, que después fue Novanor y CIE. Con ese esquema queríamos preocuparnos más que de fabricar acero de dar servicios al cliente final, que es el acero especializado para el automóvil, o la aeronáutica. No todo lo que se estudió y trabajó se convirtió en una asociación clúster. Las pocas personas que estábamos en aquel núcleo lo tuvimos bastante claro y lo impulsamos. Luego hubo algunos que empezaron a apoyarnos: unos porque creían en ello, otros porque estaban con el agua al cuello, otros porque como iban a decir no al Gobierno y otros porque entraba la empresa de al lado y no me voy a quedar fuera. Y, bueno, unos con un grado de desarrollo y otros con otro han ido funcionando.
Este año se cumple el 20 aniversario del Programa Clusters iniciado en 1992. ¿Cree que se han cubierto las expectativas previstas en su día?
En general, sí. Primero conseguimos romper grandes ataduras para lo que creíamos que era el cambio ciclo absoluto, de paradigma en el mundo económico y fundamentalmente industrial. También ha sido una base de aprendizaje tremenda para el país. Han sido los programas que más continuidad y éxito han tenido, y los que más han contribuido a extender el conocimiento entre la gente. Hoy hay miles de personas que asumen responsabilidades en la empresa, la universidad, el gobierno, o los centros tecnológicos que viven y conocen la competitividad y la clusterización. Y esto ha funcionado. Las empresas que han formado parte de los clúster han obtenido mejores resultados que las que decidieron estar solas.
Dicho eso, creo que no se han cubierto las expectativas en los programas de competitividad fuera de la órbita del Departamento de Industria, en campos como el turismo, agroalimentario, cultura, o movilidad. La titular de Turismo te decía que sí, pero luego creaba un Foro de Turismo porque le generaba dudas llamarlo clúster sin entender lo que era un clúster. Estas cosas pasaban, pero también en otras personas de mi partido. Hablabas con Agricultura y pensaban que se le iba el control y renunciaba a hacerlo. Igual con Cultura o con Sanidad, fijate lo que ha tardado y todavía no hay de verdad un clúster sanitario para el que existe una fortaleza y base importante. Digamos que todo aquello que no pudo ponerse en marcha directamente desde Industria no terminó de cuajar. Y creo que siguen siendo asignaturas pendientes, pero están ahí y existe una fuerza tremenda para su desarrollo. Otra situación a corregir es que algún clúster tiene una tendencia demasiada acusada hacia el sector. No terminan de ser un verdadero clúster, les hace falta estar más metido con el cliente para que sea de verdad un clúster. Se han quedado en una vía demasiado sectorial: yo produzco, yo fabrico. Tienes que incluir a los otros.
En resumen, por un lado hace falta completar el clúster en su totalidad; y, por otro, creo que algunos clúster hay que romperlos en el buen sentido de la palabra. Las tecnologías de la información pueden jugar un gran papel. Hace años hicimos un ejercicio, un poco jugando con la nomenclatura, con los clúster Gaia y los de automoción y aeronáutica, a los que denominábamos ‘autoTic’ ‘aeroTic’.
¿En ese terreno se ha avanzado?
Algo, pero hay que potenciar de verdad un clúster con todo este tipo de elementos que lo componen. Debe incorporar a todos aquellos que tienen que ver algo con el resultado de la actividad que desarrollas. Tener dentro de un clúster a clientes, tecnólogos, entidades financieras. Esa es la idea. Por ejemplo, sólo hay una entidad financiera en un clúster, Kutxabank en el de Energía, y pude que esté más con la idea de captar pasivos. Lo ideal sería que estuviera para diseñar un instrumento de financiación para el tipo de proyectos de internacionalización que las empresas del clúster pueden hacer. Lo lógico es que alguna entidad financiera buscara especializarse en proyectos aeronáuticos, que tienen sus características especiales con un recorrido tremendo para cada proyecto. Son muchos años en los que se tiene que ir financiando en distintas etapas, en un momento con dinero, en otro con avales, en otro con garantías. Tienes que contar con un sistema diferente. Por tanto, tiene que haber inquietud para especializarse y crear lo que son pequeñas ‘boutiques’.
¿Informáticos, tecnológicos y financieros, son tres grupos que deberían ser más activos en este campo?
Deberían participar en todos los clúster con sus especializaciones para poder entender y mover la industria. Los centros tecnológicos y los clúster han intentado ir por una serie de infraestructuras y espacio físico como sustituto del clúster. Los CIC, de alguna manera, pretendían sustituir lo que sería un clúster. Es una infraestructura común muy potente que, en general, está funcionando aunque a algunos creo que se les debería pedir más, que sean más que innovación de ladrillo, haciendo poco a poco su papel tractor.
¿La reflexión después de oírle es que los clusters deben «romper» los propios clusters y no esperar a que lo haga el Gobierno…
Es necesaria la participación de los dos. Este ha sido siempre un debate tremendo. Lo tuvimos con Porter. El, inicialmente, cuando planteaba su ventaja competitiva entendía que los clúster tenían tres fases. La primera era de diseño, estudio, etc., en la que veía bien que pudiera participar el Gobierno, pero más que nada, como solía decir, para no estorbar y ayudar en lo que hiciera falta. Sin embargo, en la segunda fase, el Gobierno debía abandonar el barco. Empezamos con ese esquema y enseguida nos dimos cuenta de que, en los incipientes clúster que había, el gobierno no se podía marchar, que si lo hacía se acababan. Además, el gobierno es tremendamente importante aunque no sea más que por su capacidad de convocatoria. Muchas veces el gobierno, con independencia de poder dar dinero, o apoyar, juega un papel tremendo de llamada, aunque no se perciba. Por ejemplo, dos empresas en crisis quieren hacer un proyecto en común y puede que sean incapaces de hablar entre ellas. Y, sin embargo, sí lo hacen con el gobierno. Puedes tener un interés país que va por encima del de las empresas. Por eso, los gobiernos tienen que estar presente y participar, como sucede hoy en prácticamente todo el mundo. Hay iniciativas que son exclusivamente privadas, las menos, y no especialmente exitosas.
Los clusters nacieron con el apellido ‘prioritario’. En los últimos años, esta actuación se está extendiendo con los preclusters, que parecen muy sectorizados. ¿Supone difuminar esfuerzos o es acertado?
A mí no me gusta mucho el concepto de preclúster. El clúster tiene que nacer con vocación completa y no con ese peligro de la sectorización o el pequeño apoyo de tres o cuatro cosas. Creo, honestamente, que la corriente de los preclusters nació mucho más que por un tema conceptual por un tema de recursos. Tenemos como ejemplo el caso de Cataluña, que no apostó por una gran política de clusterización, sino que intentó resolver algunos problemas sectoriales o empresariales. Intentó aplicar ciertos conceptos de competitividad, fundamentalmente con Subirat, que conocía bien el tema de los clúster.
Pero teniendo capacidad industrial, por ejemplo, perdieron el tren aeronáutico.
Totalmente. En Cataluña ha faltado, en mi opinión, política industrial. Confiaron muchísimo en la cantidad de empresas medianas y multinacionales que se instalaron ahí y renunciaron, en mi opinión, a una política industrial de País por encima del éxito empresarial individual y coyuntural potente. Influyeron dos aspectos diferentes. Uno de filosofía y otro de recursos, no porque no los tuviera sino de asignación de prioridades. Hoy es muy fácil decir que Euskadi los tenía. Pero no los teníamos, los pusimos, los inventamos, los buscamos y los quitamos de otras partidas porque se apostó por la industria, no porque sobrara dinero. Ahora hay un buen número de clusters gracias a que nos buscamos la vida para hacer este tipo de cosas. Cataluña no dedicó mucho dinero público a la industria pero por la propia filosofía. En Euskadi, por ejemplo, había un problema en Altos Hornos e iban a ver al gobierno, hay un problema laboral se acude al gobierno. Se pide al gobierno que haga algo porque quieren que participe, cuando hay crisis o cuando hay un proyecto de futuro. A la Generalitat, reconocía Pujol, “nos ven más como una especie de representante, de cascarón que pone la guinda, que represente país”. Esas circunstancias diferentes, nos llevaron a nosotros a implicarnos de lleno en la política industrial, en su liderazgo. Esa es la gran diferencia.
Entonces, este esquema de hacer precluster tiene dos peligros: uno que puedes necesitar ir poniendo dinero y personas en todos, cuando los recursos son limitados. La gente no puede participar en los seis o siete preclúster que le llevarían a conformar un clúster. El gobierno no puede estar en ellos con el tipo de gente que necesita. Para liderar un clúster un gobierno no tiene que tener 100 funcionarios, lo que hace falta es contar con unas cuantas personas con recorrido, capacidad de atracción y respetadas por la gente. No van a estar porque le des unos euros, sino porque le aportas y saben que, dentro del Gobierno, influyes en la toma de decisiones. Es más cualidad que cantidad lo que se necesita en ese tipo de esquemas. Desde mi punto de vista, creo que fue un híbrido entre “no toquemos los clúster”, no vayamos a decidir cuál hacemos o apoyamos. Y, mientras tanto, vamos explorando procesos colaborativos intra sectoriales. Al final, si algo tiene sentido, hay que crear un clúster, conceptualmente definir el tipo de clúster al que quieres ir, poner a la gente y abordar un clúster en lugar de ocho si lo que te faltan son recursos. Lo que sí debe existir es un marco paraguas que, aunque el Gobierno, marque una prioridad, sí permita impulsar otros que no se han percibido. Hay que fijar los requisitos para que se tenga derecho a acceder a los recursos. Honestamente el tema preclúster no lo entiendo demasiado bien. Prefiero una estrategia más directa, completa y agresiva.
presenta dificultades seculares?
¿Como impulsor de la política de competitividad y de los clúster, es de la actuación de la que más orgulloso se siente de su paso por la Administración?
La verdad es que he tenido unas experiencias maravillosas en la administración y en distinto temas. Quizás de lo que más orgulloso me siento fue de mi labor en Sanidad, que es la menos conocida. Pero algunas cosas que tuve oportunidad de poner en marcha en Sanidad me han marcado: el primer programa de todo el estado en lucha contra el Sida, el banco de sangre quitando el pago y todos los problemas de salud que evitó, los centros de planificación y prácticas de interrupción del embarazo en la sanidad publica, las gerencias dentro de los hospitales que tampoco existían en todo el estado, o proyectos como la oficina de drogodependencias, clonación de órganos, publificación de Basurto, integración de hospitales provinciales en Osakidetza y un incipiente nuevo espacio socio-sanitario… En Trabajo me siento tremendamente orgulloso de poner el embrión del plan de la pobreza que sirvió para implantar el primer plan del estado de inserción, hoy salario social. También de poner en marcha el primer departamento de Promoción en un gobierno de todo el estado y los centros tecnológicos Robotiker, Gaiker y el Centro de Diseño; planes como el 3R o el Programa de Competitividad. Tengo la enorme satisfacción de haber participado en momentos creativos y emprendedores de las administraciones públicas vascas. Y, por supuesto, la etapa de industria y energía que creo, sinceramente, supuso un punto de inflexión cuyos frutos son observables. Tareas enriquecedoras de la mano de extraordinarios jefes (Robles, Makua, Ardanza…) y estupendos equipos y compañeros de trabajo.
Entrevista – DEIA
«ESTAMOS EN EL CAMINO DE UNA NUEVA INDEPENDENCIA REAL»
Jon Azua Presidente de e-novatinglab
¿Qué balance hace de la actuación del Gobierno López en política industrial?
Muy pobre. Pese al discurso permanente, ha mantenido la inercia de planes, programas e instrumentos preexistentes, con una cada vez más débil gestión de los mismos desvirtuando su esencia, minorando su impacto acompañante o director de una estrategia de política industrial adecuada por los tiempos que corren. Se ha acomodado a acciones empresariales individuales cómodas, no ha asumido riesgos de futuro y ha aportado escasísimo peso a la prioridad industrial en el Gobierno y escasa o nula interacción con los diputaciones forales y agentes económicos y sociales.
¿Hacia qué nuevos sectores industriales debe dirigirse el nuevo gobierno que salga del 21-O?
No debe focalizarse en elegir y excluir sectores. Lo que debe hacer es señalar prioridades, concentrar esfuerzos, facilitar marcos para su desarrollo. Euskadi tiene muy bien definidas sus áreas de oportunidad y fuentes de riqueza y empleo, así como instrumentos para ampliar el viejo y caduco concepto sectorial como es clusterizando su economía en ciencias de la salud, biotec, energía y sostenibilidad, educación, manufactura sofisticada, infraestructuras detonadoras (logística, transporte, territorio), economías creativas, etc…
¿Los buenos resultados que han ofrecido los cluster indican que se debe de seguir en esa dirección?
La clusterización de la actividad económica ha marcado una profunda y positiva transformación de nuestro tejido industrial. Hoy, a lo largo del mundo, se apunta como un instrumento natural para desarrollar el binomio economía-territorio en torno a los emergentes espacios inteligentes.
Euskadi ha liderado este proceso. Hoy, tenemos miles de actores protagonistas de este proceso. Merece la pena reforzar esta línea, incorporando algunos retoques y cambios, como por ejemplo, ampliar el verdadero sentido y concepto de cluster versus sector, extender la clusterización más allá de la industria (turismo, cultura, formación, arte-territorio, diseño, agroalimentación, construcción, movilidad, salud, envejecimiento…). Potenciar el conocimiento, investigación, formación, colaboración. El Instituto Vasco de Competitividad-ORKESTRA es un extraordinario jugador para impulsar esta estrategia.
¿Ve necesario que el nuevo Gobierno vasco alcance un gran pacto con contenido socioeconómico?
Posiblemente, más que un gran acuerdo, se requieran varios acuerdos parciales hacia una estrategia compartida que debería promover el próximo gobierno. Es decir, acuerdos básicos entre el Gobierno vasco, diputaciones y agentes económicos y sociales; entre diputaciones y ayuntamientos, así como entre diputaciones y los ayuntamientos; entre los cluster de las empresas. También haría falta un gran y complejo acuerdo con los trabajadores y funcionarios del sector público, así como un gran acuerdo ciudadano como contribuyente como base de la necesaria nueva arquitectura fiscal y tributaria que dé respuesta al tiempo que vivimos y sobre todo, a los desafíos del largo plazo para construir una Euskadi competitiva y de bienestar.
¿Si Euskadi no hubiera apostado por la industria hubiera sorteado la crisis como lo ha hecho?
La evidencia demuestra que quienes apostaron y apuestan por la economía real, por la microeconomía, por la colaboración público-privada y pública-pública, así como por su capital humano, a partir de una estrategia completa, al tiempo que se dotan de instrumentos de gestión propios y diferenciados y lo ponen al servicio de las personas y de su bienestar social, capean mejor la crisis, afrontan el futuro con esperanza y ofrecen un futuro posible y deseable a sus ciudadanos.
¿Hace falta una mayor apuesta y esfuerzo de nuestras empresas por los países emergentes?
Internacionalizar no es coger una maleta con catálogos, un billete low cost y salir a vender espejitos. Es compleja, exige tiempo, esfuerzo y hacerlo en un nuevo mundo: el de la capacidad de codesarrollo. Quien no vaya al exterior en condiciones de igualdad será rechazado y fracasará. Los nuevos jugadores se han desplazado de forma mayoritaria a países remotos a los que deben llegar nuestras empresas con un nuevo modelo ajeno a la multinacional colonizadora, repleta de expatriados, con nuevos y sistemas autosuficientes, imbuidos de superioridad y viviendo en una burbuja, aislados de la sociedad en el que se mueven. La paradoja de la internacionalización implica que nuestros países y mercados objetivos que nos permiten crecer, desarrollarnos y generar empleo y riqueza en Euskadi, demanden no solo productos. Exigen, codesarrollo, transferencia tecnológica, empleo, desarrollo endógeno… La internacionalización ya no es tarea de empresas individuales. Son estrategias conjuntas de empresas, gobiernos y sociedad. Es el nuevo paradigma.
¿En términos económicos, el anclaje con el Estado puede perjudicar a los intereses vascos?
La economía española va a padecer una profunda crisis. Nos va a arrastrar pese a nuestras fortalezas. Mientras más nos movamos hacia el Norte y hacia el lejano mundo de la emergencia económica, mejor. Quienes dependan del mercado español en el corto y medio plazo tienen un futuro muy oscuro. Las políticas que España ha de implantar no son las que la economía vasca requiere. Necesitamos ser conscientes de que necesitamos ser valientes e imaginativos y tener el coraje de fortalecer nuestro capital humano, reconvertir nuestras administraciones públicas, empeñarnos en recuperar la credibilidad de la política y los gobiernos.
¿La independencia puede ser un factor de oportunidad económica?
Nuestra independencia, con los matices que se quiera debatir en el contexto mundializado, es irreversible e inevitable. No solo será, sino que es absolutamente viable y más oportunidad que amenaza. Dicho esto: Kontuz! La independencia por sí misma ni mejora nuestro bienestar, ni resuelve la crisis económica. Está claro que debemos ganarla, construirla y hacerla eficaz y eficiente. Sin duda, estamos en el ilusionante y complejo camino de una «nueva independencia real».
Próximas Conferencias y Presentaciones
V Diálogos de Bilbao: “La relación entre Política y Economía a la luz de los desafíos de este tiempo”.
El acto organizado por la Fundación Sabino Arana tendrá lugar los próximos días 1 y 2 de Octubre en el GOAZ Museum de Bilbao. En dicho acto participarán diversos ponentes, entre los que se encuentra Jon Azua.
15th TCI Annual Global Conference.
Jon Azua participará en el acto organizado por el Gobierno Vasco y el Instituto Vasco de Competitividad-ORKESTRA que se celebrá del 16 al 19 de Octubre en el Palacio Euskalduna (Bilbao) así como en el Kursaal (Donostia).
Nueva Publicación
LA GRAN RECESIÓN MUNDIAL. RESPUESTAS.
La Editorial Oveja Negra ha publicado un nuevo libro de su serie en torno a la crisis económica mundial de los últimos cinco años.
«La Gran Recesión Mundial. Respuestas» recoge las aportaciones de prestigiosos economistas y protagonistas de la economía mundial.
Jon Azua es co-autor del mismo aportando su reflexión desde la óptica de Euskadi: «Escenario post-rescate. La elección vasca» (Editorial La Oveja Negra). Bogotá (Colombia)
(Distribución en el País Vasco – ELKAR).